jueves, enero 27, 2005

Tú haces mis sueños I.

Junto mis parpados y ahí reapareces; te veo recorriendo tan jubilosa por esos caminos trazados en mi mente, que solo desembocan en mi anhelo, y yo simplemente te recreo tal cual eres, no digo nada y callo. La palabra de mayor dulzura para mi podría resultar sin temor aun, ese pecado imposible de perdonar hasta para el sacerdote más indulgente.

Tratar de artículos como palabra alguna seria como quebrantar la paz del paraíso, en el cual solamente se escucha la maravillosa sinfonía de tus signos, que llegan hasta mis rudos oídos.

Flotando en el mar de tus aromas que despiertan el sentimiento de envidia en las flores mas esbeltas y finas, preferir sonidos por ave que fuese, daría la certeza de romper bruscamente el equilibrio perfectamente logrado entre esos ojos relucientes, deslumbrantes, como astros celestes; brillando en la oscuridad de la noche y aquella sonrisa que resulta incomparable, con la que individualmente me arrojas a tus designios.

Me despojo de todas mis armas sin que este hecho alerte mi cuerpo. Por todo eso es que mi alma calla, cuando en realidad lo que desea es gritar, proclamar a todos los confines, mis anhelos, pero eso seria todo; seria perderte irremediablemente renunciar a tu imagen, a tus encantos; seria dejar de apreciar la rebeldía de tu pelo reuyendole incansablemente a tus finas manos, resultaría la pérdida total e irreparable de la presencia hechizadora de tu voz, seria renunciar a ti como un todo y eso es incompatible para con mi existencia.

Oriaj.